lunes, 2 de junio de 2014

La macrobiótica

La macrobiótica, más que una forma de comer, es una filosofía profunda, un modo de ver la vida y una forma de estar y ser en el mundo.

Para empezar viene de las enseñanzas del Tao, que contemplan el universo como un todo. La tierra como un organismo vivo, en el que todo está interconectado y relacionado. Formamos parte de un ecosistema, vivimos en un momento estelar y cósmico.

Es mucho más que un sistema basado en dos fuerzas el yin y el yang.

Yin y yang son dos formas de hablar de la energía que nos acompaña.

Mejor que complicarnos la vida con conceptos mentales, me gusta reflejar que para nosotros el yang es la luz del sol o la energía de la galaxia sobre la tierra, y el yin la energía expansiva de la tierra que hace crecer la vida y las plantas.

En muchas técnicas de crecimiento espiritual hoy día, se dice que somos: “espíritu materializado en la tierra”.
En macrobiótica decimos que somos espiritu materializado en la tierra y materia buscando espiritualizarse, las dos cosas. Una sin otro no es nada, yin y yang, cara y dorso, son indivisibles y es una jerarquía enmarañada, como el huevo y la gallina, de tal forma que no puede saberse cual es primero y cual después.
La realidad en este plano de existencia es un flujo continuo de yin transformándose en yang y yang en yin exactamente como en el mandala que todos conocemos.

Si entendemos el yang como la fuerza del espíritu que viene a materializarse en la tierra, veremos que elegimos unos padres y un momento concreto para nacer y vivir. Traemos como ser espiritual un propósito en la vida, un potencial único y un dharma. Pero por otro lado también dicho espíritu pasa nueve meses fabricándose un cuerpo material, a partir de los nutrientes que come la madre y de sus características y condición.

Nacemos después a una vida material en la que buscamos el desarrollo de nuestro espíritu o esencia.
Toda nuestra vida es un viaje desde lo más yang o contraído, hasta el yin máximo de volver a ser solo espíritu al morir.

Una célula primero y un bebé después que contienen el “programa” completo para desarrollar un proceso de casi cien años y un individuo completo.

Este ser yang o bebé que nace se irá expandiendo, gracias a la fuerza ying, de la materia y de los alimentos de la tierra que consumirá.

Poco a poco se irá yingizando, hasta finalmente volver al mundo de la vibración.

El momento de la marcha será más o menos dramático o se vivirá de forma más natural en tanto que la vida de ese ser espiritual haya sido completa y plena. Si ha podido desarrollar su “legado” único y su “misión” podrá marcharse sin problema satisfecho del viaje disfrutado. Pero si únicamente se ha dedicado a una vida material sin sentido ni desarrollo personal y espiritual el cambio de estado o la muerte se vivirán como una perdida. A lo mejor lo que se ha perdido o malgastado es en sí toda su vida...

Pues todo lo que ese ser espiritual haya aportado a la humanidad, hijos, obra, enseñanzas...perdurará y seguirá vivo en los demás.Así como el amor que haya sentido o generado durante su vida le darán la sensación de estar lleno y acompañado y no perdido y solo.

De todo esto se desprende la importancia de convertirnos en adultos planetarios, capaces de trascender nuestra vida unipersonal y egoismo individual y dejar algo que aporte luz y mejoras, a la conciencia universal a la humanidad y a los demás. De esta forma Miguel Angel, Shakespeare o Mozart nunca morirán.
Absolutamente todos somos un Mozart, un Shakespeare o un Einstein, pues somos únicos y originales, inimitables e irreemplazables para el Todo.

Estamos conectados y relacionados con todo y lo que hacemos pensamos y sentimos afecta al universo entero, podemos buscar señales hay muchas.

Nuestra sangre es una réplica del suero del agua del mar en cuanto a componentes y sales, tenemos en el cuerpo todos los minerales de la tierra. En nuestro chacra corona crece el pelo en forma de remolino o espiral, la forma de nuestra galaxia, en nuestros dedos vemos también espirales...cada una diferente...somos galaxias...

Durante la gestación, 280 días de embarazo pasamos por 2.800. millones de años de evolución planetaria. Empezamos como simple vida unicelular y vamos evolucionando después a la etapa de anfibio, pez, reptil, mamífero. Basta mirar un feto humano para constatar lo idéntico de este proceso con el del desarrollo de la vida en el planeta.

Dice el Tao, como es afuera es adentro, el microcosmos es igual al macrocosmos.

Así mismo, las cinco energías en las que se subdivide el yin y el yang durante la creación de todos los procesos, agua, madera, fuego, tierra y metal, podemos verla en el desarrollo de la vida en el planeta, en el ciclo de las estaciones, e incluso en el ciclo menstrual de la mujer cada mes.

El ciclo de la mujer se corresponde con el de la luna, 28 días.

Los días de embarazo, con los 2.800 millones de años de evolución planetaria de la vida. La mujer tiene un crecimiento energético de hormonas mensual, que va pasando por las etapas de agua: bajada del periodo, madera: crecimiento rápido de hormonas hasta la ovulación, fuego: momento de ovulación, y después un estado yang contractivo con energías tierra y metal...

Se puede profundizar a muchos niveles pero simplificando y resumiendo.

Para conectarnos con las energías universales espirituales tenemos los chacras superiores, el sistema nervioso central y los órganos de los sentidos. Para conectarnos con el mundo material, con nuestro cuerpo y con el planeta en el que hemos crecido tenemos nuestro aparato digestivo y los chacras inferiores.

“ Somos igual que los árboles, nos extendemos hacia el universo con las raíces bien plantadas en el suelo, absorbiendo la tierra crecemos y nos ramificamos y multiplicamos hacia la luz.”

Pero sólo formamos parte del proceso evolutivo y estamos sanos y centrados si las raíces son bien profundas en el suelo.

Nuestras raíces son los intestinos y con ellos deberíamos asimilar y comer lo que produce nuestro entorno natural inmediato. Alimentos naturales, sin químicos, procedentes de la tierra y la luz. Digiriéndolos y haciéndolos parte de nuestro ser nos conectamos al medio ambiente y nos integramos con el Tao con el Todo.

El acercamiento Macrobiótico a la realidad es mucho más que tener una lista de alimentos prohibidos, o dejar de comer carne, huevos, leche o azúcar blanco..., o hablar de complicados procesos ying yan energéticos.

Más bien tiene que ver con convertirse en una especie de Mago o Alquimista con una comprensión energética profunda de los procesos de la vida y de los poderes de los alimentos también. Un observador de sí mismo y de todo lo que le rodea, con un aprecio infinito por el planeta, la vida y la evolución. Que vive y trabaja al servicio siempre de la Conciencia Universal sumergido en la Sincronicidad Cósmica.

Diana Isabel López Iriarte.
Consultora Macrobiótica y Cocinera Alquímica

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